YA TENGO EL BILLETE DE AVE

Los periódicos de la mañana iban calentitos. En todos los informativos matutinos se contaba una y otra vez la macabra noticia. Las encontraron muertas. Una estaba desnuda en el pasillo, su postura era antinatural, como un maniquí desmontado, en su mirada un atisbo del horror vivido. La otra estaba bocabajo sobre el sofá, la manta que la cubría tenía una gran mancha de sangre. En el piso entraba un chorro de luz, el agente encargado del caso bajó la persiana del salón.
Lejos de allí, en el sur, la noticia corría como la pólvora, lo que parecía una triste pesadilla para los familiares, se confirmó, se hizo realidad. La desesperación, la pena, la angustia, la locura...
Todo había terminado.
El asesino aún estaba libre. Sentado en un bar escuchaba las noticias de la radio, mientras daba vueltas al café. Su mirada verde estaba fija en el remolino provocado por la cuchara, no podía dejar de recordar la noche anterior.
Mariblú reía mientras cantaba aquella canción, aunque estaba cansada no le apetecía irse a dormir. Cuando iba por la quinta copa, alguien la cogió del brazo y la llevó hasta el coche. Había más gente, pero no reconoció a nadie. Durmió sobre un hombro hasta llegar al final del trayecto. Lo siguiente que recordaba eran unos gritos espeluznantes, un ruido de muebles golpeados y un golpe en la espalda. Luego el color blanco.